El reciente anuncio de Holanda de establecer
en la Ciudad de Utrecht un ingreso de entre €900 y €1.300 por no hacer nada, es
decir, por no trabajar, como experiencia piloto a efectos de analizar si
constituye una forma de dinamizar la economía o el anuncio del primer ministro
de Finlandia de establecer un ingreso básico universal para sus habitantes, sin
importar su situación laboral, vuelve a poner en escena la idea de la renta
básica universal.
La renta
básica universal (RB) o ingreso ciudadano (IC) es un ingreso pagado por el
estado, como derecho de ciudadanía, a cada miembro de pleno derecho o residente
de la sociedad incluso si no quiere trabajar de forma remunerada, sin tomar en
consideración si es rico o pobre o, dicho de otra forma, independientemente de
cuáles puedan ser las otras posibles fuentes de renta, y sin importar con quién
conviva. Se define como el derecho de todo ciudadano y residente acreditado a
percibir una cantidad periódica que cubra, al menos, las necesidades vitales
sin que por ello deba contraprestación alguna.
Se evaluará en estas experiencias si la renta básica
universal constituye una forma de
dinamizar la economía. Y es que la premisa del modelo de consumo
imperante exige que todos tengamos el derecho de ser consumidores – Recordemos
lo que ya decía Martin Luther King en los sesenta:
“Debemos
crear empleo y debemos crear ingreso. El pueblo debe convertirse en consumidor
de una manera o de otra. La solución a la pobreza es abolirla directamente
mediante el ingreso garantizado”
Y también debemos recordar que uno de los
principales impulsores de la Renta Básica Universal fue Milton Friedman de la
Escuela de Chicago y fue discutida su implementación a comienzos de los setenta
durante la presidencia de Nixon.
Hoy, este imperativo de King tiene mucha más
fuerza aún. El sistema económico imperante basado en el consumo tiene como
limitación los actuales niveles de desempleo cuyo impacto se traduce en un “no
consumo”. La manera de resolver ello es dándoles un ingreso que asegure un
consumo mínimo o que complemente otros ingresos.
En este sentido, el modelo del capitalismo de
consumo trata de enfrentar con el instrumento de la renta básica universal la
pérdida de importancia que tienen los recursos humanos como insumo o factor de
la producción la cual tenderá a disminuir inexorablemente con el cambio tecnológico
tal como señalaba el Nobel de Economía
Wassily Leontief en 1983 cuando señalaba que:
“el
rol de los humanos como insumo de la producción disminuirá como disminuyó hasta
desaparecer el rol de los caballos en la producción agrícola con la
introducción de los tractores”.
Menor peso del factor trabajo a favor del
factor capital, significa menor empleo y menor ingreso en manos de los
consumidores. La RBU vendría a contribuir a sostener el círculo virtuoso de
creación creciente de necesidades y aumentos de la producción destinadas a satisfacerlas dentro de un contexto de
destrucción creciente de puestos de trabajo. Es un debate que se viene por lo
menos en el mundo desarrollado. El fenómeno de la reducción de la jornada de
trabajo como mecanismo de socializar los puestos de trabajo disponibles va en
el mismo sentido.
El debate pasará entonces por ver como se
podría financiar este mecanismo sin que afecte la productividad y eficiencia
del propio sistema de producción de bienes y servicios. Pero en la medida que
la productividad del capital siga incrementándose en forma sostenida a través
de la innovación y el cambio tecnológico el propio sistema productivo podría
llegar a financiarlo en la medida que no afecte significativamente la tasa de
rentabilidad del capital.
También la implementación de la RBU
significará una resignificación de la importancia del trabajo como espacio de
realización de las personas, del trabajo como valor social. Algo que estaba y
aún está históricamente constituido. Pero en realidad lo que se impondrá –
positivamente – es la posibilidad para muchas personas de constituir espacios
de realización alternativos fuera del mundo laboral remunerado.
Si partimos de la evidencia que no todos los
seres humanos se “realizan” en el trabajo, la RBU puede ser el puente de plata que
posibilite la concreción de realizaciones en otros ámbitos más allá del mundo
laboral. Ello no es ni más ni menos que poder alcanzar una libertad real que es
superadora de una libertad formal.
Según Van Parijs, una sociedad
realmente libre es aquella que satisface las tres condiciones siguientes, en
este orden de prioridad: 1) seguridad –existe una estructura de derechos y
libertades básicas bien articulada-; 2) propiedad de uno mismo –en esa
estructura, cada persona es propietaria de las decisiones sobre su vida-; y 3) en
donde cada persona cuenta con la mayor oportunidad posible para hacer cualquier
cosa que pudiera querer hacer.
En una sociedad realmente
libre, quienes tengan menos oportunidades tendrán las máximas que podrían tener
en cualquier otro ordenamiento que podamos llevar a cabo-. Todo ello define una
sociedad realmente libre, puesto que en la sociedad formalmente libre sólo se
cumplen las dos primeras condiciones. Van Parijs justifica la RBU argumentando
que sin duda en una sociedad con una RBU los que tuviesen menos oportunidades
tendrían más que en cualquier otra sociedad.
Lejos de ser una
amenaza para el Estado de Bienestar constituye una excelente vía para hacerlo más justo.
Podría incluso fomentar el desempeño de labores no-remuneradas pero
beneficiosas para la sociedad y aumentar el piso de remuneración de las labores
menos remuneradas de baja calificación.
Noticias como la de Holanda y Finlandia las
veremos seguramente con más frecuencia. La RBU puede venir en auxilio del
consumismo, como instrumento compensador del desempleo estructural generado por
el cambio tecnológico y hasta como posible herramienta de distribución del
ingreso. Cada vez oiremos hablar más de él. Es una discusión que se viene.