Argentina,
desde la restauración democrática, ha oscilado pendularmente en el tratamiento
que se aplicó a los sectores industriales que son sensibles a las
importaciones. La década del ochenta se caracterizó por la combinación de altos
niveles arancelarios (38% + 15 puntos adicionales) y restricciones
cuantitativas (Declaración Jurada de Necesidades de Importación DJNI) a través
de intervenciones previas que tenían que tener la autorización de las cámaras
empresarias industriales. Cabe señalar que en esta etapa no hubo grandes
innovaciones en materia de política de importaciones ya que este esquema fue
heredado del gobierno militar y particularmente aplicado desde el año 1982 por
el conflicto de Malvinas. Perduró hasta 1989 con el Plan Bunge y Born. Predominó
un enfoque proteccionista que situó el péndulo en uno de los extremos.
En
la década del noventa el péndulo se fue al otro extremo. La aplicación del
Consenso de Washington que planteaba tres pilares (Desregulación, Apertura
Económica y Privatizaciones) durante la vigencia del Plan de Convertibilidad
cambió drásticamente las señales de política importadora para los sectores
industriales sensibles. El retraso cambiario, la reducción de aranceles para
las importaciones de extrazona, la eliminación de las restricciones
cuantitativas y el libre comercio con Brasil significaron la desaparición de
miles de pequeñas y medianas empresas y la consiguiente destrucción del empleo
que comenzó a evidenciarse a mediados de esa década. Recordemos que Menem ganó
su reelección con un 18% de desempleo. El extremo en la aplicación de esta
política alcanzó hasta flexibilizar los requisitos para la importación de
alimentos (1991) con la finalidad que las importaciones contribuyeran a
disciplinar los precios internos. La aplicación de los mecanismos antidumping y
anti subsidios así como la aplicación de clausulas de salvaguardia poco
sirvieron para resolver el problema y cuando lo hacían “llegaban tarde” – estos
mecanismos para poder aplicarse requieren que se demuestre la existencia de
“daño” a la producción local.
Palabras
como reconversión productiva - reconvertirse a otra actividad industrial -,
especialización productiva – especializarse en las líneas de producción en
donde se era más competitivo dejando de lado las menos competitivas – o
eficiencia productiva – bajar costos e incorporar tecnología - fueron las
utilizadas por el discurso oficial como recomendaciones que debían ser seguidas
por los sectores industriales afectados. Estas recomendaciones de poco
sirvieron frente a la avalancha de importaciones. Y es que se partió de un
diagnóstico erróneo, que fue creer que estos sectores industriales sensibles
podían llegar a convertirse en competitivos en algún momento. Subyacía en definitiva una interpretación
ortodoxa de que solo debían sobrevivir los sectores competitivos y que los
desempleados serían reabsorbidos por el “mercado” en otras actividades
competitivas.
El
final de la convertibilidad dio inicio a un nuevo movimiento del péndulo hacia
el otro extremo. El objetivo de reindustrializar el país, de restablecer un
nuevo modelo de sustitución de importaciones significó la adopción de una política de restricciones
cuantitativas a las importaciones (DJAI) que se fue profundizando con el
retraso cambiario y la escasez de divisas.
Esta
estrategia significó la recuperación de muchas industrias que habían casi
desaparecido en los noventa pero fue una recuperación forzada a través de la
prohibición de importaciones. Inclusive muchas empresas transnacionales para
poder seguir operando en el país debieron establecer plantas industriales locales para desarrollar
algunas líneas de producción, lo que les habilitaba a poder así importar, o
tuvieron que “exportar” algún producto ajeno a su actividad con el objeto de
generar las divisas que les permita importar. Todo este andamiaje discrecional
fue claramente violatorio de lo acordado en la Organización Mundial de Comercio
(OMC). Ello llevó a que los países exportadores afectados por estas
restricciones iniciaran contra Argentina un proceso de solución de
controversias por el cual nuestro país como era de esperar perdió y se
comprometió a levantar las restricciones a las importaciones a partir del año próximo quedando los países
exportadores afectados en libertad de aplicar restricciones a las exportaciones
argentinas en caso que Argentina no cumpla con su compromiso.
Pero
lo más importante de todo es que esta política de protección no tuvo como
contrapartida compromisos de mejoras a los sectores beneficiados con el cierre
de las importaciones
El contexto y como seguir
La
eliminación de las DJAI significa un nuevo replanteo de la política de
importaciones. Es un dato de la realidad. Ya muchas importaciones están siendo
autorizadas por el Poder Judicial vía
recursos de amparo en base a lo dictaminado por la OMC. En este contexto, por
más que haya una mejora de precios relativos vía devaluación los sectores
industriales sensibles no podrían soportar la competencia externa. Ya hemos caído
desde la restauración democrática en los dos extremos y debemos en tal sentido
evitar que el péndulo vuelva a moverse hacia el otro extremo.
En
tal sentido es importante entender el contexto internacional dónde la economía
mundial encara una etapa de crecimiento relativamente lento, con dificultades
para crear empleo y con términos de intercambio y disponibilidades de capitales
para los países emergentes menos atractivos. Ello significa un comercio
internacional dónde ningún país debería “regalar ingenuamente” el mercado local
con una apertura incauta de las importaciones que destruirá empleo. Todos los
países tratan de defender sus sectores productivos.
Por
otro lado todos los países de economía de mercado están desarrollando políticas
tendientes a una reinvención de sus sectores productivos amenazados, que
posibilite aumentar sus posibilidades de sobrevivencia junto con políticas de
defensa comercial.
Para
ello cabe la posibilidad de iniciar un proceso de negociación con cada una de
los países denunciantes (UE, EEUU, Japón, Israel y otros) de manera de poder
extender en el tiempo la vigencia de las DJAI para los sectores sensibles
eliminando las DJAI para los insumos y bienes intermedios no producidos o que
siendo producidos tienen mayores posibilidades de competir. Ello permitiría
ganar tiempo a efectos de diseñar nuevos esquemas de protección más OMC
compatibles y asimismo diseñar esquemas de compromiso de objetivos y metas de
innovación que, a nivel micro, las industrias sensibles deberán adoptar.
Por
otro lado las DJAI de China y demás países del Sudeste Asiático necesariamente
deberán ser mantenidas hasta que no se establezca algún mecanismo de cupos de
importaciones acordados con cada uno de estos países.
Es
necesario dar certidumbre al tejido industrial pyme de manera inmediata. El
péndulo no debe volver a desplazarse hacia el otro extremo.