jueves, 12 de noviembre de 2015

Proteccionismo vs apertura. La necesidad de evitar las políticas pendulares





Argentina, desde la restauración democrática, ha oscilado pendularmente en el tratamiento que se aplicó a los sectores industriales que son sensibles a las importaciones. La década del ochenta se caracterizó por la combinación de altos niveles arancelarios (38% + 15 puntos adicionales) y restricciones cuantitativas (Declaración Jurada de Necesidades de Importación DJNI) a través de intervenciones previas que tenían que tener la autorización de las cámaras empresarias industriales. Cabe señalar que en esta etapa no hubo grandes innovaciones en materia de política de importaciones ya que este esquema fue heredado del gobierno militar y particularmente aplicado desde el año 1982 por el conflicto de Malvinas. Perduró hasta 1989 con el Plan Bunge y Born. Predominó un enfoque proteccionista que situó el péndulo en uno de los extremos. 


En la década del noventa el péndulo se fue al otro extremo. La aplicación del Consenso de Washington que planteaba tres pilares (Desregulación, Apertura Económica y Privatizaciones) durante la vigencia del Plan de Convertibilidad cambió drásticamente las señales de política importadora para los sectores industriales sensibles. El retraso cambiario, la reducción de aranceles para las importaciones de extrazona, la eliminación de las restricciones cuantitativas y el libre comercio con Brasil significaron la desaparición de miles de pequeñas y medianas empresas y la consiguiente destrucción del empleo que comenzó a evidenciarse a mediados de esa década. Recordemos que Menem ganó su reelección con un 18% de desempleo. El extremo en la aplicación de esta política alcanzó hasta flexibilizar los requisitos para la importación de alimentos (1991) con la finalidad que las importaciones contribuyeran a disciplinar los precios internos. La aplicación de los mecanismos antidumping y anti subsidios así como la aplicación de clausulas de salvaguardia poco sirvieron para resolver el problema y cuando lo hacían “llegaban tarde” – estos mecanismos para poder aplicarse requieren que se demuestre la existencia de “daño” a la producción local.



Palabras como reconversión productiva - reconvertirse a otra actividad industrial -, especialización productiva – especializarse en las líneas de producción en donde se era más competitivo dejando de lado las menos competitivas – o eficiencia productiva – bajar costos e incorporar tecnología - fueron las utilizadas por el discurso oficial como recomendaciones que debían ser seguidas por los sectores industriales afectados. Estas recomendaciones de poco sirvieron frente a la avalancha de importaciones. Y es que se partió de un diagnóstico erróneo, que fue creer que estos sectores industriales sensibles podían llegar a convertirse en competitivos en algún momento.  Subyacía en definitiva una interpretación ortodoxa de que solo debían sobrevivir los sectores competitivos y que los desempleados serían reabsorbidos por el “mercado” en otras actividades competitivas.



El final de la convertibilidad dio inicio a un nuevo movimiento del péndulo hacia el otro extremo. El objetivo de reindustrializar el país, de restablecer un nuevo modelo de sustitución de importaciones significó  la adopción de una política de restricciones cuantitativas a las importaciones (DJAI) que se fue profundizando con el retraso cambiario y la escasez de divisas.




Esta estrategia significó la recuperación de muchas industrias que habían casi desaparecido en los noventa pero fue una recuperación forzada a través de la prohibición de importaciones. Inclusive muchas empresas transnacionales para poder seguir operando en el país debieron establecer  plantas industriales locales para desarrollar algunas líneas de producción, lo que les habilitaba a poder así importar, o tuvieron que “exportar” algún producto ajeno a su actividad con el objeto de generar las divisas que les permita importar. Todo este andamiaje discrecional fue claramente violatorio de lo acordado en la Organización Mundial de Comercio (OMC). Ello llevó a que los países exportadores afectados por estas restricciones iniciaran contra Argentina un proceso de solución de controversias por el cual nuestro país como era de esperar perdió y se comprometió a levantar las restricciones a las importaciones  a partir del año próximo quedando los países exportadores afectados en libertad de aplicar restricciones a las exportaciones argentinas en caso que Argentina no cumpla con su compromiso.

Pero lo más importante de todo es que esta política de protección no tuvo como contrapartida compromisos de mejoras a los sectores beneficiados con el cierre de las importaciones


El contexto y como seguir

La eliminación de las DJAI significa un nuevo replanteo de la política de importaciones. Es un dato de la realidad. Ya muchas importaciones están siendo autorizadas por el Poder Judicial  vía recursos de amparo en base a lo dictaminado por la OMC. En este contexto, por más que haya una mejora de precios relativos vía devaluación los sectores industriales sensibles no podrían soportar la competencia externa. Ya hemos caído desde la restauración democrática en los dos extremos y debemos en tal sentido evitar que el péndulo vuelva a moverse hacia el otro extremo.




En tal sentido es importante entender el contexto internacional dónde la economía mundial encara una etapa de crecimiento relativamente lento, con dificultades para crear empleo y con términos de intercambio y disponibilidades de capitales para los países emergentes menos atractivos. Ello significa un comercio internacional dónde ningún país debería “regalar ingenuamente” el mercado local con una apertura incauta de las importaciones que destruirá empleo. Todos los países tratan de defender sus sectores productivos.

Por otro lado todos los países de economía de mercado están desarrollando políticas tendientes a una reinvención de sus sectores productivos amenazados, que posibilite aumentar sus posibilidades de sobrevivencia junto con políticas de defensa comercial.

Para ello cabe la posibilidad de iniciar un proceso de negociación con cada una de los países denunciantes (UE, EEUU, Japón, Israel y otros) de manera de poder extender en el tiempo la vigencia de las DJAI para los sectores sensibles eliminando las DJAI para los insumos y bienes intermedios no producidos o que siendo producidos tienen mayores posibilidades de competir. Ello permitiría ganar tiempo a efectos de diseñar nuevos esquemas de protección más OMC compatibles y asimismo diseñar esquemas de compromiso de objetivos y metas de innovación que, a nivel micro, las industrias sensibles deberán adoptar.

Por otro lado las DJAI de China y demás países del Sudeste Asiático necesariamente deberán ser mantenidas hasta que no se establezca algún mecanismo de cupos de importaciones acordados con cada uno de estos países.

Es necesario dar certidumbre al tejido industrial pyme de manera inmediata. El péndulo no debe volver a desplazarse hacia el otro extremo.