En las economías de mercado,
la asimetría existente entre el margen de acción que ostenta la gran empresa
privada y el que detentan los consumidores permite mantener en forma oculta
como se forman los precios, cómo se producen los bienes y de esa manera saber
cuáles son los márgenes de rentabilidad.
La figura del mercado es la
que permite ocultar la desigual relación de poder entre productores y
consumidores. Los análisis de mercadeo más sofisticados al servicio de la
empresa privada permiten conocer al detalle el comportamiento que tenemos como
consumidores, nuestros gustos, preferencias, nuestros patrones de consumo, etc. Hasta se estudian y
analizan nuestros residuos domiciliarios de manera de conocer que consumimos.
Estamos siendo sin saberlo,
permanentemente observados por el mercado. Una suerte de Gran Hermano. Por el
contrario, como consumidores carecemos de la más mínima información sobre cómo
se forman los precios de los bienes y servicios que consumimos, como es el
proceso de renovación permanente de bienes en el mercado, cómo se elaboran o de
qué manera inducen a través de la publicidad a que consumamos.
Mientras parece un hecho
natural que las empresas conozcan al detalle el comportamiento de los
consumidores a efectos de mantener el dinamismo del proceso de creación de
necesidades, no resulta natural develar al consumidor los procesos que
determinan el comportamiento de la gran empresa privada. Esta asimetría de
comportamiento se nos presenta como un hecho natural el cual no puede ser
cuestionado.
A este ocultamiento
contribuyó la propia ciencia económica y los economistas que pasaron a
concentrarse en el análisis económico de los grandes agregados, lo que
ampulosamente se ha denominado como macroeconomía quedando las cuestiones que
hacen a la economía de la empresa y al funcionamiento de los mercados de bienes
y servicios – la microeconomía – dentro de la protección del pensamiento
económico tradicional. La primera – la macro – pasó a ser injerencia de la
política económica y por ende de los economistas dejando a salvo a la empresa y
a los mercados de bienes y servicios de posibles interferencias no deseadas por
parte del Estado. Esta suerte de pacto no escrito sigue vigente: los
economistas y demás analistas pueden entretenerse analizando los grandes
agregados macroeconómicos, sus proyecciones y tendencias. Hasta ahí son
necesarios y bienvenidos para el sistema económico productivo de creación de
necesidades. Pero cuando de lo que se trata es de develar los márgenes de
rentabilidad del sector privado y como este manipula a los consumidores ahí es cuando la presencia se vuelve molesta
al incursionar en algo que no compete inmiscuirse. Estaríamos rompiendo ese
pacto no escrito. La profesión económica estaría dejando de ser funcional al
sistema productivo para pasar a ser funcional a los intereses de los
consumidores
En definitiva no nos debemos
olvidar que esta asimetría es el lógico resultado del hecho que, como bien
señala Tim Hardford en su libro “La Lógica Oculta de la Vida” , “las
necesidades de unos pocos pesan más que las necesidades de muchos”. Podemos
dar muchos ejemplos al respecto: muchos consumidores salen perdiendo por
medidas de protección o por acciones de cartelización que encarecen los precios
de los bienes pero ninguno de ellos se esforzaría por hacer algo al respecto
mientras que por el contrario los sectores empresariales protegidos o con
posiciones dominantes se esfuerzan denodadamente por conseguir, mantener o
aumentar sus niveles de protección o impedir medidas que alienten una mayor
competencia.
¿Imaginaríamos una campaña
de los consumidores contra los precios excesivos de un determinado producto?
¿Cuánto le impacta a cada consumidor individual en sus ingresos el precio
excesivo de un bien? ¿Qué probabilidades de éxito tendrían los consumidores de
agruparse, organizarse y obtener alguna corrección en los precios?
Probablemente los beneficios globales de estar organizados y reclamar contra
conductas abusivas del mercado sean importantes pero los beneficios para cada
miembro del grupo son bastante pequeños.
Los “muchos” visto desde lo individual tienen poco que
perder mientras que los “pocos” – el mundo de la producción y los servicios –
presionan y lucharan por extraer beneficios de la sociedad porque tienen mucho
que ganar. Esto explica porque estas asimetrías entre el mundo de la producción
y el de los consumidores se mantienen en el tiempo.