domingo, 25 de octubre de 2015

La economía de la felicidad revela las nuevas preferencias de los consumidores



En un reciente artículo publicado semanas atrás en el Diario La Nación sobre la economía de la felicidad http://www.lanacion.com.ar/1829344-economia-de-la-felicidad-por-que-gastar-dinero-en-experiencias-y-no-en-cosas se habla de los diferentes niveles de felicidad que generan distintos tipos de consumo. De la nota de Jay Cassano se infiere que el consumo de ciertos y determinados servicios (en la nota se habla de experiencias) provocan un mayor nivel de satisfacción/felicidad que el que provocaría el consumo de bienes. Quisiera en esta nota tratar de enriquecer este concepto.


Hasta ahora se pensaba que el consumo se vinculaba a la idea de poseer (acumular bienes ) o de búsqueda de reconocimiento del entorno social al que el consumidor pertenece. En términos de lo que señala Peter Sloterdijk, el gran filósofo alemán contemporáneo, se debía distinguir entre dos tipos de economía o de consumo. Uno al que podemos llamar “erótico”, y otra que denominamos “timótico”. Ambas son eróticos, ya que Eros y Thymos son dioses de la antigua Grecia, pero él las distingue de tal forma que el consumo erótico corresponde a la economía de engrandecimiento, posesión, o acumulación, mientras que el timótico se rige por otra gran necesidad importante del ser humano: el reconocimiento.

Desde el ámbito del pensamiento económico en su “Teoría de la Clase Ociosa” Thorstein Veblen ya había introducido en 1899 la idea del consumo honorífico dónde este pasaba a convertirse en un signo de diferenciación respecto de otros estratos sociales así como de identificación con el estrato social al que se pertenece o se pretende pertenecer.

Pero estas clasificaciones entendían al consumo como un todo indivisible. No se establecía una distinción entre consumo de bienes y consumo de servicios. Pero la Economía de la Felicidad – joven rama de la economía que promete – habría comenzado a arrojar luz sobre una posible diferenciación en cuanto a la satisfacción que generan consumir bienes o servicios y que los estudios estarían arrojando una diferencial en la satisfacción a favor de los segundos.



Dejando a un lado los bienes y servicios básicos que son indispensables para la existencia, se estaría demostrando que los bienes registran una disminución rápida del grado de satisfacción que provocan una vez adquiridos. Algunos de los factores que a continuación se enuncian o una combinación de estos explicarían él fenómeno:

  • ·         Obsolescencia programada (una vida útil predeterminada en el propio proceso de su fabricación)
  • ·         Cambios permanentes en la oferta de bienes que hace que lo novedoso hoy deje de serlo rápidamente (los bienes tecnológicos es un ejemplo de ello)
  • ·         Rápida depreciación de su valor una vez adquiridos (automóviles)
  • ·         Alto costo de adquisición y de mantenimiento (automóviles, casas de fin de semana)
  • ·         La adaptación o acostumbramiento una vez transcurrido un determinado tiempo desde su adquisición.
  • ·         Competencia interminable por detentar/mostrar mejores y mayores bienes respecto a los que detentan las personas que forman parte de nuestro entorno social en una carrera en que a veces superamos y nos reconforta  y a veces perdemos y no nos sentimos bien.

Por el contrario, los servicios poseen rasgos totalmente distintos. En primer lugar, mientras los bienes son extracorpóreos, los servicios son intracorpóreos ya que de alguna manera los incorporamos a nosotros mismos. Tomarse unas buenas vacaciones, una buena comida preparada en el hogar o consumida en un buen restaurant, ir a un spa, consumir bienes culturales (ir a conciertos, exposiciones), desarrollar un hobby, practicar un deporte, estudiar alguna disciplina/oficio alternativo a nuestra actividad laboral que nos realice son algunos ejemplos de una nueva dimensión de consumo vinculada antes que nada con el placer y el logro de nuevas experiencias.


Estaríamos hablando de un consumo hedónico (el placer como finalidad u objeto) dónde el placer (tanto corporal como mental) que nos genera estas formas de consumo pasa por la experiencia que nos produce tanto en el momento de consumirlo como en el recuerdo que nos deja – vivencias/recuerdos – un vez consumidos. Podemos recordar unas buenas vacaciones o una buena comida con amigos pero difícilmente recordemos el día que sacamos el auto de la concesionaria.
 
El consumo hedónico no reemplaza al consumo erótico (acumular) o al timótico (búsqueda de reconocimiento) pero pasaría a competir con estos por el destino de nuestros ingresos monetarios. Estos consumos carecen de los rasgos que señalamos que posee el consumo de bienes: no son comparables, no tienen obsolescencia, no se desvalorizan, no requieren mantenimiento, etc. Y estas experiencias/placeres no dejan de ser únicos para cada consumidor – no están estandarizados como los bienes -

Nótese que las publicidades de bienes también linkean el consumo de muchos de los productos que promocionan con el placer, con obtener una experiencia. Y es que el consumo constituye antes que nada un acto emocional. Este avance de los consumos que significan la obtención de placer o de una experiencia puede significar un nuevo patrón de consumo en las economías de mercado. Y es que las exigencias del mundo laboral moderno, el estrés, el esfuerzo creciente requieren de gratificaciones que nos compensen y que perduren con nosotros una vez consumidas. Que el recuerdo de las mismas permita que sean revividas.


Estos cambios en las preferencias de los consumidores alterará en los próximos años el set de bienes y servicios que el mercado ofrezca a los consumidores. Esparcimiento, gastronomía, industrias culturales, turismo, deporte, servicios personales serán las estrellas de la economía futura. Y esto también tiene implicancias para la política económica la cual cada vez deberá pensar más en como contribuir desde su esfera a satisfacer a una población crecientemente demandante de las mismas.

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