lunes, 13 de junio de 2016

Es el consumo, “estúpido”



“Los que se persuaden de que es posible hacer vivir de acuerdo con la razón a las multitudes, sueñan con la edad de oro de los poetas, es decir, se complacen con la ficción” (Tratado Político – Baruch Spinoza)


Un economista reconocido que adscribe al oficialismo señaló muy suelto de cuerpo que se alentó el “sobreconsumo” y “que se le hizo creer a un empleado medio que su sueldo servía para comprar celulares, plasmas, autos, motos e irse al exterior”.


Podríamos preguntarle en primer lugar al economista para que sirve un sueldo de un empleado medio. Siguiendo la lógica del razonamiento anterior seguramente ese empleado medio sólo debería aspirar a “consumir” lo mínimo e indispensable para su supervivencia (alimentos, alguna vestimenta y tarifas). La supuesta racionalidad de los economistas es que ese empleado medio sólo podría aspirar a consumir el set de bienes descripto en la medida que aumente su productividad y ello se traduzca en un aumento de sus ingresos. Y que para ello hay que evitar el retraso cambiario, aumentar la competitividad y apostar al crecimiento a través de las inversiones y las exportaciones no como se hizo en los últimos años ni tampoco como se hizo en los noventa. El empleado medio debería creer en el largo plazo. La historia argentina hace añicos esta creencia.
 
En definitiva, el empleado medio “debería esperar” a que el círculo virtuoso de la inversión lo empujen a un nuevo escenario de consumo sustentable. Es difícil de explicar porqué los que no necesitan esperar para consumir lo que deseen le pidan a otros que esperen o posterguen consumos. Podríamos también preguntarle a los fabricantes de autos, celulares, plasmas o a las agencias de turismo que opinan al respecto.

El problema de los economistas, – no quiero personalizar – además de hablar sólo para que los escuchen otros economistas, es que trabajan con viejas categorías por las cuales no logran valorizar en su justa dimensión la importancia que tiene el consumo como el principal espacio de realización de las personas en la moderna sociedad de mercado más allá de su importancia como variable macroeconómica. Es más que una variable macro. Los economistas deben comprender que hoy somos antes que nada consumidores y no ciudadanos. Esto no fue espontáneo: el propio sistema de producción de bienes y servicios es el responsable del proceso de creación permanente de nuevas necesidades, proceso que es el que permite mantener la rueda de la producción y el crecimiento. Y rige además el principio de la inmediatez: quiero consumir aquí y ahora. Los consumos ya no se difieren: el futuro es incierto en economías como la argentina donde se consume cuando se puede o se dan las condiciones y no cuando se quiere. La macroeconomía no ha introducido estas nuevas dimensiones en el análisis, al contrario de la microeconomía dónde el índice de confianza del consumidor en un insumo clave en las decisiones de las empresas.


La importancia del consumo, más allá de su dimensión cuantitativa, ha sido entendido desde siempre por el populismo tanto de derecha como de izquierda: recordemos que Menem fue reelecto en un contexto de boom de consumo y un desempleo de 18 puntos y que Cristina Kirchner también fue reelecta gracias a los consumidores. Y hasta los militares hicieron populismo de consumo con el retraso cambiario (tablita) mientras sucedía en la Argentina el drama de los derechos humanos. Y ahora lo paradojal es que vamos de nuevo a un escenario de atraso cambiario que el economista tanto crítica.

Desde lo racional es cierto que no es sostenible un consumo bulímico si no está acompañado por crecimiento, inversiones y abundancia de dólares vía exportaciones e inversiones pero la pregunta que deberíamos formularnos es cual es la responsabilidad que han tenido las elites empresariales - economistas incluidos - en que este círculo virtuoso no se haya dado desde la restauración democrática. No es culpa del empleado medio y no puede ser la variable de ajuste. Seamos serios. Además este empleado medio no se está imaginando el celular, el auto, el plasma, el aire acondicionado: los tiene, son concretos, tangibles y contra ello no hay racionalidad que valga. No son una fantasía.

Todo lo señalado explica porque los economistas no progresan en la política y mejor que así sea.

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