Cada momento o etapa de la política
económica argentina han tenido un vocabulario que le dio impronta, contenido y
dirección. Estas palabras, estas frases, tuvieron su génesis, su apogeo y su
caída en correlato con los vaivenes de la política económica que estas decían
representar y expresar.
Muchas de ellas reaparecen después de un
tiempo o se busca reemplazarlas por alguna otra cuyo significado sea similar, si
es que han caído en el descrédito público. Otras vuelven a aparecer tal cual
habían sido expresadas en épocas pasadas, a pesar de que ya en su momento,
habían mostrado que la política económica a la que le daban significado se
había agotado.
Por ejemplo la palabra “ajuste” muy
utilizada durante la década del noventa
tiene una mala connotación y ahora se prefiere hablar de
“sinceramiento”. Sin embargo, esta palabra ya había sido utilizada durante el
Proceso de Reorganización Nacional. En el libro “Bases para una Argentina
Moderna 1976-1980” de José Alfredo Martínez de Hoz en su prefacio señala: “el
saneamiento y sinceramiento de la economía argentina”. Durante el Proceso otras
palabras utilizadas fueron “reordenamiento y reestructuración” de la economía
argentina, progreso individual, iniciativa individual, productividad, igualdad
de oportunidades, eliminación de distorsiones, apertura económica, inserción en
el comercio internacional entre otras. También en esta etapa se mencionaron los
conceptos que debían ser erradicados tales como: sustitución de importaciones,
ahorro de divisas o fomento de las industrias de mayor valor agregado.
Muchas de estas palabras volvieron a
utilizarse durante la década del noventa, durante la vigencia del Plan de
Convertibilidad y se agregaron otras como desregulación, flexibilización
laboral, privatizaciones, AFJP, reducción de aportes patronales,
especialización industrial, todas las cuales cayeron en el descrédito con la
crisis del 2001.
El kirchnerismo es un ejemplo de reinstalación
de palabras de la década del sesenta y del setenta como “desarrollo, desarrollo
regional, mercado interno, industrialización, reindustrialización, rol del
estado, políticas activas, protección de la competencia externa, sustitución de
importaciones, valor agregado”. E incorporó nuevas como ciencia, tecnología,
innovación, valor agregado en origen, fomento a las pymes, cadenas de valor,
cluster, por solo citar algunas.
A la luz de la nueva etapa económica
iniciada en diciembre del año pasado y del deterioro económico heredado, la
mayor parte de las palabras y frases del párrafo anterior han quedado en
desuso. Quizás sobreviva el concepto o idea de “desarrollo” aunque a decir
verdad, a fuerza de haber sido repetida tantas veces ya no sabemos que contiene
o si su significado tiene las mismas connotaciones que tuvo en años anteriores.
Las nuevas palabras de la nueva etapa
económica todavía no han sido enunciadas en su totalidad aunque algunas ya han
sido explicitadas: sinceramiento, ordenamiento, competitividad, mayor inserción
internacional, atracción de inversiones, “sacarle el pie del Estado a los
empresarios”, emprendedores, innovación, etc.
Más allá del valor intrínseco que tienen
todos estos vocablos pronunciados en las distintas etapas de la política
económica argentina, queda claro que la clase dirigente argentina
(política-empresarial) ha tenido la peculiar capacidad de devaluarlas, de
desacreditarlas frente a la sociedad. Este descrédito no deriva del poco valor
intrínseco de las palabras, sino de la confianza ciega que muchas veces les
otorgamos, sin darnos cuenta que estas siempre tienen un valor relativo y no
absoluto. La validez depende muchas veces del contexto sobre el cual se
aplican. En otras oportunidades se enunciaron pero las acciones que se llevaron
adelante no las representaban.
Esperemos que esta nueva etapa se elija
bien las palabras que le darán significado a la política económica ya que el
diccionario lo estamos agotando con celeridad.
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