El
periodismo durante los últimos años han derramado ríos de tinta en relación al
milagro brasileño el cual, a partir del crecimiento por encima de la media
histórica, había logrado a partir de políticas sociales no clientelares haber
sacado de la pobreza a cerca de 40 millones de personas.
Este
exitoso proceso de desarrollo con inclusión social, en paralelo con el
fortalecimiento institucional y la estabilidad democrática sirvió como una
suerte de faro para los países de América Latina y de manera especial para la
Argentina. Brasil se había convertido en una suerte de guía del sendero que
había que seguir.
Sin
embargo, poco se ha dicho que este supuesto milagro económico comenzó con un
proceso de estabilización. El país comenzó a estabilizarse cuando, a partir del
abandono del poder por Collor de Mello, asume el cargo su vicepresidente Itamar
Franco y designa ministro de Hacienda a Fernando Henrique Cardoso, para
enfrentar una inflación de 2.000% anual una de las más elevadas del mundo.
Para
ello puso en práctica el reconocido "Plan Real" y la privatización de
ineficientes empresas públicas con exitosos resultados que se tradujeron en el
control inflacionario y el inicio de un proceso de crecimiento económico
estable y progresista.
Ello
le permitió a Cardoso ser electo y reelecto como Presidente de la República,
durante los períodos de 1994 al 2002, asegurando los cimientos de lo que se
podría considerar como el milagro económico de ese país, profundizado con los
dos períodos sucesivos de gobierno de Luis Ignácio "Lula" da Silva y
la administración de su sucesora, desde 2010, Dilma Rousseff.
La ilusión de un crecimiento ininterrumpido llegó a pronosticar que Brasil, de mantener la tendencia en su desarrollo económico, podría convertirse en la cuarta potencia económica del planeta para el 2030, luego de China, los Estados Unidos y la India.
Los gobiernos del PT aprovecharon el crecimiento económico, el contexto internacional expansivo, el ingreso masivo de capitales a los países emergentes – siendo Brasil uno de sus exponentes – y los altos precios internacionales, para realizar importantes esfuerzos para reducir las desigualdades en la distribución del ingreso -una de las más notorias de la región- y para incrementar la renta per cápita, que está por debajo de la media mundial; al igual que el índice de desarrollo humano, inferior al de muchos de los países del área.
La ilusión de un crecimiento ininterrumpido llegó a pronosticar que Brasil, de mantener la tendencia en su desarrollo económico, podría convertirse en la cuarta potencia económica del planeta para el 2030, luego de China, los Estados Unidos y la India.
Los gobiernos del PT aprovecharon el crecimiento económico, el contexto internacional expansivo, el ingreso masivo de capitales a los países emergentes – siendo Brasil uno de sus exponentes – y los altos precios internacionales, para realizar importantes esfuerzos para reducir las desigualdades en la distribución del ingreso -una de las más notorias de la región- y para incrementar la renta per cápita, que está por debajo de la media mundial; al igual que el índice de desarrollo humano, inferior al de muchos de los países del área.
Con políticas sociales no clientelares, el país logró sacar
de la pobreza, en los últimos 8 años, cerca de 40 millones de personas, ahora
integradas a la clase media, con pleno acceso a los servicios de salud,
educación, créditos y empleos estables.
Pero detrás de este virtuosismo se escondían los problemas:
la baja productividad y competitividad de su estructura productiva, bajos
niveles de innovación en su economía así como un deterioro de su
infraestructura física. Los altos precios de los commodities y el ingreso de capitales ocultaban estas falencias.
Desde 2009, cuando la economía brasileña se contrajo como consecuencia de la crisis financiera internacional, y luego de la expansión del 2010, Brasil comienza un proceso de desaceleración de su ritmo de crecimiento hasta llegar al estancamiento en el 2014 (0,1%) y entrar en recesión para el 2015 con una caída del PIB del 2,5% y del 0,6% pronosticado en el 2016.
Desde 2009, cuando la economía brasileña se contrajo como consecuencia de la crisis financiera internacional, y luego de la expansión del 2010, Brasil comienza un proceso de desaceleración de su ritmo de crecimiento hasta llegar al estancamiento en el 2014 (0,1%) y entrar en recesión para el 2015 con una caída del PIB del 2,5% y del 0,6% pronosticado en el 2016.
Lo
que hace años atrás era “el modelo”, ahora Brasil es el ejemplo de errores y
distorsiones acumulados en los últimos años. Problemas de oferta no abordados
con una situación internacional difícil para los países emergentes y una desproporcionada
intervención estatal han llevado al país a adoptar una política económica
restrictiva poco explicitada antes de las elecciones pero que ahora se manifiesta
en toda su dimensión. Todo en un escenario de caída de la actividad y de
inflación creciente.
Y es que el fenómeno “Brasil” fue
inflado por el sistema financiero internacional cuando atraía al capital
especulativo generando
importantes retornos sumado a una clase política que pensó que el contexto
de abundancia era para siempre. En esa etapa los hechos de corrupción eran mal
visto pero tolerados. Pero cuando el
contexto internacional cambió y Brasil comenzó a sentir la salida de capitales,
comenzaron a desnudarse sus falencias estructurales.
Esto
tuvo su primera manifestación en la depreciación del Real que ya perdió en lo
que va del año un 33% respecto del dólar. Y una segunda manifestación en el
proyecto de presupuesto para el próximo año que el gobierno envió al Parlamento
y que por primera vez en la historia de Brasil preveía un déficit de unos 8500
millones de dólares, o sea el 0,5% del producto bruto interno (PBI). Sin
embargo tuvo que ser reformulado para que sea superavitario en 9000 millones de
dólares como forma de dar respuesta a la
agencia calificadora de riesgo Standard & Poor's (S&P) que le
quitó a Brasil su grado de inversión.
El
ministro de Finanzas, Joaquim Levy, ha empezado a
aplicar lo que en Argentina es mala palabra: un ajuste para equilibrar el
presupuesto.
·
* * Reglas más estrictas para obtener
determinados beneficios sociales, como el seguro de desempleo,
·
* Alzas de impuestos sobre las
importaciones y los carburantes, entre otros.
· *
Freno en los planes de inversión de Petrobras, que suponían el 10%
del total del país,
· *
Aumento en los tipos de interés hasta
el 12,75% actual para contener una inflación del 7,7%.
· * Recortes de 7000 millones en gastos
·
* Eliminación de ministerios (10 de los
39)
·
* Eliminación de empleos estatales
·
* Congelamientos de salarios de empleados
públicos
·
* Recortes en programas sociales
·
* Un aumento de la recaudación de unos
10.500 millones a través de la reimplantación de un impuesto financiero – impuesto
a las transacciones financieras del 0,02% -. Todo con tal de llevar el déficit
de 0,5% del PBI a un superávit del 0,7%
Pero
el ajuste carece del consenso político necesario más allá de la Presidente. Y
es que la “política” va a enfrentar el
ajuste dado que están en juego sus intereses/privilegios. Es una negociación
complicada entre un Poder Ejecutivo “ajustador” con escaso capital político y
un congreso populista que quiere sostener los resultados alcanzados en términos
de ingresos, empleo y logros sociales.
La
perdida credibilidad y la dinámica de la crisis, junto a la persistente
desconfianza de los mercados internacionales ha llevado a que el Gobierno esté
anunciado cada día nuevos ajustes. Basta un ejemplo: el Gobierno había
anunciado que los planes sociales (Bolsa Familia, Mi Casa, Mi Vida) eran
intocables dado que son la marca de identidad del PT. Sin embargo ya se ha
anunciado que se recortaran 6.800 mill. de dólares que eran destinados a
programas sociales de salud y vivienda.
El caso brasileño deja en evidencia que
los ciclos expansivos deben ser acompañados de medidas que permitan sostener en
el tiempo la competitividad de la economía, la innovación dentro del sistema
productivo y la inversión en infraestructura. El sostenimiento y ampliación de las políticas de inclusión social
sólo puede hacerse en la medida que la economía les dé sustentabilidad. Una
economía que priorice la mejora de la competitividad, de la innovación y de la
productividad es la mejor garantía para que se sostengan con independencia del
signo del ciclo económico
Ese
es el arte de la política económica. Ni Brasil era la panacea hace algunos años
atrás ni hoy es el peor país en performance económica. Lo único que aconteció
es que el sistema económico internacional se dio cuenta que Brasil se
desenvolvía por encima de sus posibilidades.
'El Financiero' de México recuerda hoy que no hace
tantos años, el mundo dirigía su mirada a Brasil, que acababa de reformar
exitosamente su industria petrolera y acaparaba la inversión hacia
Latinoamérica. Sin embargo, "hoy el mundo voltea a Brasil,
pero por otras razones. Así como fue exitoso hace poco, ahora está al borde del
colapso. Hoy Brasil es víctima del gasto superfluo, de la corrupción y un poco
de la mala suerte":
"En el 2010, hace solo 5 años,
Brasil creció 7.5%. (...) De
2011 a 2014 el crecimiento promedio fue 2%. Este año, la producción ya empezó a
decrecer, la OCDE espera una disminución de 2.8% para 2015. La inflación se
acerca al 10%. La tasa de desempleo en julio de este año fue 7.5%.
La disminución en la
calificación de la deuda soberana brasileña, por parte de Standard &
Poor´s, le quita el grado de inversión y la sitúa en terreno especulativo,
complicando el escenario para la economía aún más. Si las otras dos
calificadoras, Moody´s y Fitch, siguen la pauta que marcó S&P´s, y rebajan
la calificación, puede darse una fuerte salida de capitales ya que los fondos
de inversión suelen invertir únicamente en papeles con grado de
inversión.
Brasil tiene un gobierno muy
caro. En 2010, su gasto público representó el 43.5% del PIB, superior al de
casi todos los países latinoamericanos. El sistema de pensiones de Brasil es
uno de los más laxos del mundo. (...) Este sistema ocasiona una presión cada vez
mayor en las cuentas públicas y un déficit creciente. La burocracia brasileña
es enorme. (...)
La reforma energética que
Brasil llevó a cabo finales de los 90s, permitió la participación de capital
privado, nacional y extranjero, en la exploración, explotación y refinación de
hidrocarburos en Brasil.(...)Sin embargo, con el paso del
tiempo, Brasil ha ido dando pasos hacia atrás. (...) Y no hemos hablado
del escándalo de corrupción gigante en el que está envuelta Petrobras y
diversos funcionarios.
No es casualidad que Brasil
esté atravesando un mal momento. Se han llevado políticas fiscales y monetarias
altamente expansivas. (...) La
rebaja en la calificación crediticia de la deuda soberana de Brasil pone en
evidencia los graves problemas económicos que atraviesa, pero también, los
complejos problemas políticos hacen la situación más crítica.
Salir del embrollo no será
fácil. Hay reformas estructurales indispensables. Cortar el obeso gasto público
y reformar el sistema de pensiones. Sin embargo, dado el poco apoyo y la mínima
popularidad que tiene la Presidenta Roussef, es prácticamente imposible que
estas reformas puedan pasar por el Congreso".
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